#192 PRANK #1

AVISO PREVIO: En anteriores entradas dije que me apetecía hacer una historia de miedo o algo así. Pues bien, he empezado con una serie de relatos cortos que inauguraré con este pequeño y suave relato de suspense. Esta será la saga Prank, en inglés significa "travesura" pero en este caso quiero darle un sentido nuevo. Una travesura no siempre tiene un final feliz, pues los niños se parten piernas o brazos cuando juegan ¿no creen? En fin, creo que llegados a este punto debería avisar que aunque no todas las historias sean especialmente terroríficas, algunas cosas que salgan de mi mente pueden no ser siempre agradables (lo verán también con Camp Survival). Pero creo que me he extendido demasiado. Los valientes, que sigan leyendo.



LITTLE MISS MUFFET - PARTE I

Little Miss Muffet
Sat on a tuffet,
Eating her curds and whey;
Along came a spider,
Who sat down beside her
And frightened Miss Muffet away.

De pequeña mi abuela siempre me cantaba aquella rima. Como la cantaba en inglés no la entendí del todo hasta que crecí lo suficiente, sin embargo desde el principio siempre hubo ese toque de espanto cuando la anciana me asustaba y lanzaba sobre mis costillas sus dedos finos y bailarines. Yo reía a carcajada limpia y le pedía una y otra vez que me cantase la rima. Nunca me hartaba de aquello. Y aún ahora, vestida de negro y frente al ataúd aún abierto de mi abuela, no me he hartado.

A pesar de que murió a la nada desdeñable edad de noventa y seis años, y por causas naturales, y que yo ya tengo mis veinte bien cumplidos, echaré mucho de menos todas las rimas que cantaba para mí. La mayoría de las rimas de Mamá Ganso no son algo que un adulto con dos dedos de frente le cantarían a un niño pequeño, de hecho casi todas tienen que ver con algún tipo de historia truculenta y horrible, como niños que se despeñan como Jack y Jill, o hombres que viven en casas torcidas, con cuerpos torcidos y gatos torcidos. Aún así mi abuela pasaba por alto todo aquello y me las cantaba con mucha alegría.

He recogido mi cabello rojizo en un complicado moño trenzado, en honor a sus fotos de juventud. Lo cierto es que mucha gente piensa que soy idéntica a ella cuando era jóven. Ojos avellanados de color verde olivo, pelo cobrizo, piel pecosa y pálida, y manos alargadas, dignas de nuestras notorias dotes artísticas. Yo, como lo fue mi abuela, soy bastante alta, y no me han faltado las ofertas para salir por ahí a cenar, pero no tengo ningún interés en eso. Hasta ahora sólo me habían importado dos cosas. El arte y que mi abuela estuviese orgullosa de mi.

No hay demasiada gente, pues nunca fue muy sociable. El elenco se limita a los pocos familiares que le quedábamos y un puñado de amigos fieles que ahora se preguntan "por qué a ella, si era la más viva de todos". Eso se ve a la legua. Todos los viejecitos de la sala llevan bastones o incluso andadores, uno incluso lleva un carrito y un tanque de oxígeno. Mi abuela jamás necesitó nada de aquello. Era fuerte como un roble y estaba sana como un manzano. Vuelvo a mirar dentro del ataúd una última vez antes de que cierren la tapa para siempre. La transportan hasta la fosa donde está ya colocada su lápida "Martha Leaves, quien nunca dudó en resolver las cosas con una sonrisa" y era cierto. Ahora estando muerta puedo imaginar como sonríe debajo de la tapa mientras le echan tierra por encima.

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"Rinna, Rinna, despierta. No logro encontrar el anillo que me regalaste."

Abro los ojos ¿lo soñé? lo he escuchado muy claro en mi cabeza, era la voz de mi abuela. ¿El anillo que le regalé? Qué extraño... recuerdo haberle regalado uno cuando tenía trece años más o menos, pero de ahí ya no supe más de él, según tenía entendido mi abuela lo llevaba para ocasiones especiales, y eso que era una baratija. Aún así...

Me incorporo en la cama y miro a mi alrededor. Por un momento tengo la sensación de que algo se mueve en las sombras pero al comprobarlo sólo puedo decirme que ha sido mi imaginación. Escucho un crujido proveniente de las viejas vigas de la casa de mi abuela. Lo cierto es que como la enterramos en su pueblo y ya era noche cerrada, tuve que quedarme a dormir después de que todos se fuesen. Me froto los ojos para que se acostumbren a la poca luz que entra por la ventana. La luna parece una enorme boca sonriente, como el gato de Cheshire cuando desaparece.

"Rinna, mi anillo"

-¿Eh? -me giro al escuchar de nuevo la voz. Esta vez estoy segura de que no lo he soñado. Empiezo a temblar, me recorre un escalofrío y me tapo con la sábana hasta la barbilla. Soy una miedosa, lo voy a admitir, si algo raro pasa a mi alrededor, soy la primera en salir corriendo.

Me acuesto de nuevo y me cubro por completo con la sábana. Intento dormir de nuevo, doy un par de vueltas en la cama, y al no escuchar nada más en mi cabeza por fin logro asentar el sueño y volver a mi País de las Maravillas. Pero entonces algo me despierta. Un fuerte sonido a la lejanía me obliga a abrir los ojos de nuevo. Miro el reloj, ya son las diez de la mañana, y están llamando a la puerta.

-Señorita Leaves, Señorita Leaves, ¡abra! ¡es urgente! -la voz de un hombre muy apurado me empuja a saltar de la cama y ponerme la bata sobre el pijama antes de abrir. Él me mira con los ojos casi desorbitados y se retuerce la corbata sin saber cómo darme la noticia.- S-señorita Leaves... Su abuela... la tumba de su abuela... creemos que ha sido saqueada.

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Tras una taza de té calmante, unas cuantas explicaciones y un momento de silencio incómodo, le pido al inspector que ha venido a verme que me lleve hasta la tumba de mi abuela. En efecto, la tierra ha sido retirada y el ataúd está abierto de par en par, ha sido forzado. El cuerpo de la anciana no está por ninguna parte. Miro alrededor como si eso fuese a darme una pista sobre el culpable o el por qué de todo, me abrazo a mí misma con la misma sensación de pánico que sufrí por la noche en la habitación.

El inspector se acerca a mí y me ofrece un lugar seguro para pasar la noche, ya que cree que si los que han saqueado la tumba de mi abuela buscaban algo, su casa ya no es un lugar seguro para mi. No sé qué responderle así que vuelvo a mirar hacia la tumba vacía. Doy un grito y salto hacia atrás al ver que de dentro salen un par de arañas enormes y negras. Me tropiezo con una roca y caigo sentada sobre otra de las tumbas. Me aparto rápidamente y me quedo en medio del camino. Me siento estúpida en esta situación, sobretodo porque tanto el inspector como los investigadores al cargo se me han quedado mirando, algunos aguantando la risa.

Me levanto contrariada y me sacudo los pantalones, dando pasos grandes hacia la salida del cementerio mientras el inspector corre tras de mí con la disculpa en los labios y la promesa de que solucionarán el caso. No se porqué pero tengo la sensación de que una de las dos cosas no es sincera... Justo cuando estoy por llegar a la puerta veo algo por el rabillo del ojo. Voy a girarme para ver qué es pero la voz de mi abuela me vuelve a detener.

"Mi anillo Rinna, no puedo irme sin él"

Una fugaz visión de ella caminando preocupada alrededor de su tumba me asalta, grito de nuevo y me giro otra vez para salir de ahí, pero con tan mala suerte que me doy de frente contra el linde de las rejas. Entonces la oscuridad me envuelve.

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Despierto en una habitación bastante aséptica. Paredes blancas, un jarrón con flores y una silla al lado de la cama en la que me encuentro. ¿Me han traído al hospital? Qué tontería. Me incorporo un poco y me mareo, la cabeza me da vueltas y al llevar mi mano a las sienes me doy cuenta de que tengo la frente vendada, seguro que lo de la puerta ha sido algo más que un chichón. Vaya con la suerte que tengo estos días...

Vuelvo a acostarme y lo que me ha dicho la abuela vuelve a pasarme por la mente. ¿Por qué tendrá tanto apego al anillo? Sólo fue un regalo barato, tenía muchas otras joyas preciosas, mucho más valiosas que aquél trozo de metal. Supongo que siempre le gustaron las cosas con sentimentalismo y por eso... No me da tiempo a terminar de pensar en eso cuando el doctor entra por la puerta.

-Oh, por fin ha despertado señorita Leaves, por un momento nos preocupaba que entrase en un estado de coma profundo. -mira mi historial y luego lo deja sobre la mesa para hacerme pruebas de reconocimiento.- Ha estado inconsciente desde ayer por la mañana, le hemos tenido en observación, por o visto fue un golpe en la cabeza muy fuerte, pero no hay lesiones cerebrales de ningún tipo. -me sonríe al ver mi preocupación grabada en la cara.- No se preocupe, no es algo poco común que alguien quede desmayado tanto tiempo tras un golpe como el que se dió, el inspector fue quien le trajo aquí tras verla chocar contra las rejas del cementerio, me ha dejado su número de teléfono particular por si quiere localizarle.

Este médico habla por los codos, pero me tranquiliza saber que mi estupidez es algo normal. Creo. La mala noticia es que me tengo que quedar un día más en observación para comprobar que de verdad esté todo en su lugar. Mañana me darán el alta pero aún así no me gusta la idea de pasar la noche en un lugar como éste. Enciendo la televisión de la habitación para que me haga algo de compañía y me levanto de la cama para buscar mi ropa (ya que llevo la bata del hospital, me sonrojo al pensar que me han tenido que desnudar para meterme a la cama, que vergüenza). La encuentro en un armario junto al baño, y sobre ésta una nota escrita en un papel viejo.

-Por favor búscalo, no soportaría haberlo perdido-

Me horrorizo al reconocer la letra de mi abuela. El papel está manchado de tierra oscura y tiene algunas partes verdes por la hierba. Algo me cosquillea la mano. Al fijarme bien veo una pequeña araña, muy pequeña, que me está subiendo por los dedos. Suelto la nota, sacudiéndome la araña, y vuelvo a la cama, tapándome hasta arriba e intentando dormirme para que parezca que el tiempo pasa más rápido. Mañana mismo tomaré todas mis cosas y me iré lejos de aquí. Lo siento abuela, pero siempre supiste que no me gustaban nada las historias de fantasmas.

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Una vez en casa de mi abuela, haciendo las maletas, tengo la sensación de que todos los objetos me están observando. Para colmo me miran mal. Cierro la maleta, pero cuando me estoy dirigiendo a la puerta un pequeño ratón negro se cruza en mi camino, haciéndome retroceder. Tiene la cola rota, torcida. Tiro el equipaje al suelo y doy un pisotón.

-¡Vale! ¡Tú ganas! ¡Buscaré el anillo, pero deja de asustarme! -me pongo de cuclillas en el suelo intentando no ponerme a llorar allí mismo, cuando me calmo un poco me levanto de nuevo, yendo a la habitación de ella para buscar en los lugares más evidentes, cajones, joyeros, cajitas y armarios. No encuentro el anillo por ninguna parte. En cambio hay una caja cerrada con llave, la agito y descubro que hay algo dentro que tintinea, podría ser el anillo, pero no veo rastro alguno de la llave, y hasta ahora no he encontrado ninguna, que yo sepa.

Me siento sobre la cama, el cerrojo es bastante anticuado así que podría intentar abrirlo con un clip o unas ganzúas, como en las películas. Voy al baño para tomar la caja de horquillas del pelo y cuando regreso doy un grito de espanto. Del cerrojo de la caja están saliendo centenares de arañitas que corretean a todas partes, escondiendose en las rendijas y las grietas, huyendo por debajo de las puertas. Regreso al baño y cierro la puerta, poniendo una toalla en el suelo, tapando el marco para evitar que entren esos bichitos. Mis manos tiemblan tanto que la caja con las horquillas dentro suena como unas maracas.

Me quedo así largo rato, y cuando creo que ha pasado un tiempo prudente asomo mi ojo por la cerradura. Entonces la veo a ella. Mi abuela está tomando la cajita. Palpa su vestido negro, con el que la enterramos, su rostro entonces denota preocupación. Estoy petrificada, no puedo dejar de mirarla a través de la cerradura. Lentamente ella gira su rostro. Tiene los ojos cerrados, pero sonríe con tristeza. Si no supiese que está muerta me darían ganas de salir a abrazarla, porque no está nada distinta de a como fue antaño. Pero lo está, la enterramos, todos vimos como su cuerpo quedaba encerrado bajo dos metros de tierra oscura... Me mira y en un parpadeo está frente a la cerradura.

"No encuentro la llave, me la han robado."

Cierro los ojos con fuerza, un escalofrío sacude todo mi cuerpo y las horquillas se desparraman por el suelo cuando dejo caer la caja. Agarro mi cabeza con las manos, encogiéndome todo lo que puedo en el suelo con la esperanza de abrir los ojos y que todo haya sido una pesadilla. Me lo repito una y otra vez, balanceándome adelante y atrás.

"Me traicionó y ahora me quiere quitar lo que fue mío. ¡Tiene la llave!"

No lo soporto más y me desmayo allí mismo. Hasta que despierto de nuevo aún en el suelo del baño, extrañas pesadillas y el rostro de un hombre jóven asaltan mi mente. Cuando abro los ojos no escucho nada extraño, temo abrir la puerta pero cuando agarro el pomo y lo giro no aparece ninguna visión extraña ni tampoco hay nadie dentro de la habitación. Tampoco hay rastro de las arañas. Estoy sola, aterrada y tengo una tarea entre manos si quiero que mi abuela se vaya en paz definitivamente.

5 comentarios:

  1. waaaaaaa que miedo y que interesante me ha encantado y eso que ya saber que yo y el terror/misterio/angustia/suspense no nos llebamos nada bien jajaj espero las proximas

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  2. OMG esto no es un cuento!!! esto es un....no se pero ahora debes hacer la continuación pronto...no soy mucho de cosas semi terroríficas y asi pero esto esta bueno....tiene ese toque de suspenso necesario sin asustar lo cual es bueno para mi! ^^

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  3. Muy buena historia! Me pasaré muy seguido para ver si publicas más capítulos!
    Es muy triste la verdad, y muy interesante.
    Saludos.

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  4. exelente historia me la lei completita, me encanto me absorbio y quiero saber mas!!!!! quien tiene la puta llave xDDD maldicion ajkajkjkaa espero un nuevo capitulo

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  5. Me encanto la historia!!! Como la emperatriz de Narnia (lo sabian ¿no?) te ordeno! Que sigas con la historia!... Obviamente si tu quieres ;D Esta primera parte estuvo super interesante y espero poder ver la segunda^^

    Saludos!

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