#270 CAMP SURVIVAL #4


23 de Junio de 2012

Películas horrendas, suelos duros y mohosos y un zorro a medio asar componen las pesadillas de la noche. Me despiertan los cacerolazos que pega Adriana en una olla con un cucharón. Grita entusiasmada "ya es hora, ya es hora", que recojamos todas nuestras cosas y esperemos a que nos asignen nuestras cabañas, hoy por la tarde iniciarán las actividades. No es muy emocionante pero al menos dejaré de dormir a la vista de todo el campamento.

La cosa funciona de este modo. Te llaman como en la sala de espera de un consultorio médico, debes tomar tus cosas e ir directamente a tu cabaña asignada. Nadie dentro del gran comedor sabe a dónde van yendo a parar los que salen de ahí, y poco a poco se va vaciando el lugar hasta que quedamos apenas un puñado de chicos. Hace rato ya que han llamado a Oscar, Damien y Emily. A lo lejos veo a Jennian pero no me atrevo a sentarme con él porque anoche no cruzamos muchas palabras durante la cena, por no decir ninguna.

Cuando por fin me llaman, tomo mi mochila y voy hacia la puerta sin echar la vista atrás hacia nadie. Cierro la puerta tras de mi y Adriana me pasa una llave unida a una ficha, sontiendo con su habitual cara de super entusiasmo.

-¡Felicidades! Te hemos asignado la cabaña número cinco. Está por el sendero hacia la izquierda.-Me entrega también unos papeles en un dossier cerrado.- Léete esto cuando puedas, son las normas de convivencia, que no se te olvide ¿eh?

Asiento con desgana y me acomodo mejor la mochila en el hombro mientras me dirijo al caminito de tierra y pedruscos que me llevará a mi cabaña. Guardo la llave en el bolsillo y abro el dossier por la primera página. El toque de queda es a las diez y media, las actividades se realizan a partir de las ocho de la mañana y finalizan a las nueve, tenemos dos horas de comida a partir de las dos de la tarde, se desayuna a partir de las siete y se cena desde las nueve y media. No veo nada fuera de lo común hasta llegar a una frase en concreto: “Durante las horas neutrales y el toque de queda está terminantemente prohibido cualquier trato hostil”. ¿Qué querrá decir? ¿Que durante las actividades podemos pelearnos todo lo que queramos? Quizá sólo se le ha ido la olla al editor, o quien sabe, quizá nos van a enseñar lucha libre y ju-jitsu. Eso me causa gracia pero contengo mi risa al notar que me ha pasado de cabaña, ya estoy en la número siete.

-Wow, rayos...-me doy la vuelta y me pongo a ver los números, pero entre la cabaña seis y la cabaña cuatro no hay ninguna cabaña cinco. Eso me causa un mal presentimiento. Busco del otro lado del sendero pero no encuentro nada. Tan sólo las cabañas del tres al ocho, con las puertas abiertas y algunas personas dentro, deshaciendose de sus maletas. Se me acerca Emily saliendo de la cabaña siete.
-Andrea, ¿qué cabaña te ha tocado?.-sonrie tímidamente y me muestra su llave con su número siete.

-Pues la cinco, pero no la encuentro.-ella se encoge de hombros y se pone a buscar conmigo algún indicio de camino, pero alguien la llama desde su cabaña.- Ve, creo que iré a buscar a la monitora, debe de haber un error.-Ella asiente y se va. Me apena un poco que no esté en la misma cabaña que yo, creo que me hubiese hecho buena amiga suya si hubiesemos estado en la misma habitación, al menos.

Cuando estoy a punto de regresar por el camino para avisar a Adriana me tropiezo con una raíz, cayendo de bruces al mismo tiempo que una carcajada familiar suena a mi espalda.

-¡Oh vaya! ¿No te has partido un diente o algo? –Oscar llega corriendo, ofreciendome su mano, me apoyo en mi mochila y me doy un impulso para levantarme, frotandome las rodillas para quitarles la tierra. Noto arder mi rostro cuando veo a un par de chicas en la cabaña tres riendo por lo bajo.- Me dirás que no estabas buscando la cabaña cinco...

-¿Cómo lo sabes?.-Veo que no lleva su mochila, por lo que puedo suponer bien, y por su sonrisa burlona, que él también dormirá en la cabaña cinco y que además ya la ha encontrado.- oh, vaya...

-Está algo apartada, también se me hizo extraño, pero lo cierto es que es un buen lugar, incluso se ve un atajo hacia el comedor sin necesidad de pasar por este sendero.-al ver mi cara de confusión tiene que contener otra carcajada, alza su mano para quitarme algo de tierra de la mejilla, es muy cálida.- Ya hay un par de compañeros nuevos así que tendremos que seguir socializando.

Enfilamos por donde él apareció, y me sorprendo de no haber visto las marcadas huellas de pies sobre una flecha de losa incrustada en el suelo, indicando la dirección. Tiene marcado el número cinco, pequeño en una esquina. Indica un senderito muy delgado de tierra que baja por la maleza hacia el este. Hay un par de escalones naturales en el camino y no me extraña no haber visto la cabaña desde arriba, pues una vez bajado el último peldaño ya no logro ver las cabañas que hemos dejado atrás. El camino tuerce a la izquierda y se alarga hasta un terreno más amplio un poco más allá. De cualquiera de las maneras se me hace un lugar muy raro para poner la cabaña número cinco.

La puerta ya está abierta, las cabañas son de dos pisos en un espacio reducido de unos treinta metros cuadrados en un total de sesenta. Al llegar al umbral arqueo las cejas en un gesto de asombro. La entrada y la ventana de enfrente dan a una sala de estar con una tele y dos sillones grandes. Poco más allá a la izquierda están las escaleras y a la derecha una puerta que da a una muy pequeña cocina. Tenemos dos fogones eléctricos y un refrigerador que parece más un mini-bar, aunque está vacío. Una alacena y un par de cajones con cubiertos, platos y vasos.

-Yo creí que comeríamos en el comedor cada día.-ante mis palabras Oscar sólo se encoge de hombros, estirando sus labios hacia abajo y su frente hacia arriba.

La cocina tiene otra puerta trasera que da a un cuarto de lavado. No hay lavadora, esas están en la explanada principal cerca del comedor según el dossier informativo, pero tiene uno de esos fregaderos de piedra con muescas, supongo que es para lavados de emergencia. Un par de cuerdas para tender y una cajita con pinzas me indican que también estoy en lo cierto. Debajo del fregadero hay un detergente suave y algo de lejía. En el piso de abajo también hay un baño pequeño, que bueno porque de ese modo no nos pelearíamos en caso de ocupación total del retrete.

El piso de arriba no me deja menos asombrada. Son dos habitaciones con tres camas y también dos baños completos, en cada habitación un librero con manuales de supervivencia, acampada y primeros auxilios y una cómoda con tres cajones y espejo encima. Además en la pared frente a las camas hay pantallas de televisión, más pequeñas que las de la sala, eso sí.

-No nos permiten los moviles y no hay internet, pero de algún modo sospecho que tenemos tele por cable.

Quien habla es una chica bastante delgada, lleva puesta una mini-falda tejana de color oscuro y un jersey de lana de color verde militar, algo desvaído. Unas medias y un par de botas grandes de cuero terminan de darme el conjunto, su cabello es corto, liso y negro, sus ojos son castaños, pero muy profundos. Es muy alta, me saca fácil una cabeza y media, a Oscar incluso le ha de sacar la frente, por lo menos.

-No creo, quizá es para poder ver películas malas como las de anoche. –Oscar se apoya en el marco de la puerta con gesto dramático.- Durante tres semanas veremos gore de serie B y cintas de Tarantino hasta echar la pota.

-Según el dossier de normas, es para escuchar los comunicados diarios.-Un chico con gafas polarizadas entra también con los papeles que nos dio Adriana en la mano, remarcando con el dedo mientras leía. Su cabello castaño claro cae semi-largo y desordenado sobre su frente, casi cubriendo sus ojos grises. Quizá no es el chico más guapo del mundo pero el poco atractivo que tiene lo arruina con una pose tímida y la espalda algo encorvada.- Cada mañana a las siete en punto y cada noche a las once en punto. El resto del tiempo la corriente de las televisiones está desactivada.

-Pues que asco, ¿de qué servirá que nos pongan pantallas planas en la habitación y la sala si no van a servir en todo el día?-ante el enojo de la chica, nos limitamos a encogernos de hombros, nadie tiene una respuesta clara a eso.

-Por cierto Andy, ellos son Regina y Alfredo, nuestros compañeros de la Cabaña cinco.

-Aún faltan dos por llegar ¿no?.-No termino de formular la pregunta cuando alguien en el piso de abajo grita “¿hola?” y se le oye también murmurar hacia alguien a su lado. Cuando bajamos veo la nuca con sendas rastas de Jennian, y un poco más allá a otro chico, bajito y algo regordete. Éste último tiene el rostro parecido al de Chris Redfield, de Resident Evil, pero en gordito, su cabello queda oculto por un gorro de lana y lleva unas gafas de montura gruesa sobre sus ojos, para mí otro desperdicio de potencial.

Oscar y Jennian se saludan, sorprendidos ambos de haber acabado en la misma cabaña y el gordito se presenta como Paul. La cabaña cinco queda completa y con nada que hacer hasta la hora de la comida.

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Aprovecho un pequeño espacio para avisar de que por fin volveré a publicar Camp Survival, aunque seguro que muchos no se acuerdan de esta historia y la mayoría jamás había oído hablar de ella. El resto de capítulos (y es importante que los lean) se encuentran en la sección de My Own O'Stuff por orden, por supuesto.

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