#261 SUMMER NIGHT DREAM #6



Parte VI - Imagen

Y de nuevo se mira al espejo. Tomo su forma, adquiero el color de sus ojos, el tono de su pelo. No se la ve bien, desde este lado del cristal puedo verle las costillas, contarlas una a una. Observo sus ojeras mientras imito a la perfección todos sus movimientos. Frunzo el ceño al igual que ella, pero sé que por ambas mentes pasan cosas completamente distintas. Suelto un suspiro de queja "¡Aún no es suficiente!" me obligo a vocalizar mientras sujeto con apenas dos dedos la piel de mi abdomen.

Me acomodo el cabello hacia atrás y sigo con mi recorrido a través de su cuerpo. Está casi amarilla, se la ve enferma, pero su disgusto anterior demuestra que aún se pondrá peor si no hago algo. Llaman a la puerta del baño, tengo que mirar a la puerta que tengo a mi espalda, interrumpiendo mi análisis.

Oigo unas palabras a mi espalda y vuelvo a girarme en una sincronización perfecta con sus movimientos. Desaparece por el marco del cristal, y me preparo para cuando vuelva, observo desde una esquina cómo y con qué se viste para volver a adquirir forma, esta vez con ropas que me quedan muy grandes y pantalones que se me caen, sujetos con cinturones algo pequeños.

"Definitivamente aún falta mucho" me veo vocalizando mientras soplo mi flequillo hacia arriba y me bajo las camisetas para que no se noten los cinturones apretados. Me doy la vuelta, abro la puerta y en cuanto cierro desaparezco.

Los que vivimos a este lado del cristal nos limitamos a copiar absolutamente cada movimiento que haga nuestro asignado mientras éste se vea reflejado en algo. Viajamos a velocidades increíbles para poder imitar el otro lado cada vez que una superficie le devuelve la imágen. Sin embargo somos entes aparte, somos la consciencia encerrada de aquél al que simulamos, y a pesar de parecer objetivos, somos más bien críticos con ellos.

No fuimos hechos para que se sintiesen mal, pero al vernos reflejar el maltrato que imbuyen a sus cuerpos o la desgracia que ellos mismos se provocan, nos echan la culpa de todo. No podemos hacer nada, es nuestra maldición por crímenes cometidos hace milenios, de esos que los antepasados cometen y ahora son innombrables. Sólo nos queda aguantar, seguir haciendo lo que hemos hecho siempre...

Ella vuelve al día siguiente. Imito sus dedos, los introduzco en mi boca y vomito igual que ella. Es una sensación horrible y asquerosa que me da aún más arcadas. Vuelvo a vomitar y alzo la mirada hacia el cristal, emitiendo una suave sonrisa y limpiandome con la manga, abriendo la llave y enjuagando la porqueria del lavamanos. "No pueden obligarme a comer, me queda muy poco para conseguir el peso que necesito" vocalizo. Cuando vuelvo a cerrar la puerta tras de mi me siento furiosa. Odio esta forma, odio tener que imitarla, odio, odio, odio. Es todo lo que puedo sentir hacia alguien que se hace tanto daño.

...

Empiezo a preocuparme. Hace tiempo que no se mira al espejo. De vez en cuando pasa fugazmente delante de algún ventanal, o frente al pomo de una puerta, pero la distorsión no me deja ver cómo está. Solo puedo hacerme a la idea cuando veo unas ojeras por aquí, o piel de pergamino por allá, vocalizar a través de una llave de paso muchos gritos y luego toser, en completa deformación.

El temor se vuelve real cuando la veo frente al espejo de un hospital. Está demacrada, con todos los huesos a la vista, profundas ojeras y expresión perdida. Tras de mi se encuentra el imitador de un doctor, me toma por los hombros para imitar a su asignado y me susurra cosas hirientes al oído. "Esa no soy yo" repito, y es la primera vez que le puedo dar la razón. Yo no soy ella pero aún así me veo obligada a imitarla, a seguir sus pasos, a reflejar su verdad a pesar de odiarla. Ahora es una sombra, más parecida a mi que a cualquiera de sus semejantes.

Desde entonces pasan algunos días, luego un par de meses. Me muevo entre los espejos y ventanas del hospital, poco después volvemos a su casa. Para mi fortuna se la ve cada vez mejor. Los huesos ya no se marcan bajo su piel, y sus mejillas vuelven a ser rosas poco a poco. Sus labios ya no están secos y su mirada está algo más iluminada. A veces nos miramos largo tiempo, suspirando brevemente antes de tomar nueva determinación. Observo su evolución y la veo florecer de nuevo, sonreír y dejar de preocuparse por cuanta grasa puede atrapar entre sus manos cada vez que se mira a este lado del cristal. Incluso imito con gusto su reflejo al llevarse comida a la habitación y reír mientras charla con otras personas. Sólo en momentos así me alegro de ser ella.

DE SER SU IMÁGEN


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